sábado, 23 de agosto de 2008

Hijos de exiliados

A continuación reproduzco una nota que salió en Clarin.com sobre un libro sobre hijos de exiliados...
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Los hijos del exilio: argentinos pero extranjeros
Vivieron o nacieron en el exterior y regresaron por decisión de sus padres. Algunos se sienten argentinos, otros no tanto. En "El retorno de los hijos del exilio", el sociólogo Roberto Aruj se zambulle en las idas y vueltas de esta comunidad que vivió el retorno como recién llegada. Por: María Farber"Para los hijos de exiliados volver a la Argentina no es retorno, aunque estén regresando al lugar donde nacieron", Roberto Aruj a Clarín.com. Por María Farber.
Tienen en común el haber vivido o nacido en el exilio. Regresaron a la Argentina, promediando la adolescencia, por decisión de sus padres y forman una comunidad de orígenes diversos, hermanada por la falta de pertenencia. "Para los hijos de exiliados volver a la Argentina no es retorno, aunque estén volviendo al lugar donde nacieron", explica Roberto Aruj, autor del recién publicado El regreso de los hijos del exilio. "Y lo paradójico es que este país les fue hostil al momento de insertarse".
Aruj, profesor de sociología de la migración en la UBA, ex coordinador del Programa Iberoamericano de Educación, Cultura y Migraciones de la UNESCO, dedicó varios años junto a Estela González, coautora del libro, a buscar a los hijos retornados residentes en Buenos Aires. Encontró a unos 70, pero sólo 40 aceptaron ser entrevistados. "Para muchos este es todavía un tema muy doloroso", explica el investigador. Cuántos son, sigue siendo un interrogante: los números del exilio permanecen desconocidos. En parte porque el registro de migraciones se interrumpió durante la dictadura y porque no hay registros unificados para registrarlas, explica Aruj. "Desconocemos el número de exiliados. Más difícil es saber cuántos son los hijos de exiliados y más aún conocer cuántos de ellos regresaron a la Argentina y cuántos permanecen en el exterior".
Pero entre los que se dejaron encontrar surgió un dato común: para todos el viaje de vuelta representó un paradógico regreso a lo desconocido, más allá de que el 80 por ciento nació en Argentina y sólo el 20 por ciento en el exilio. Volver fue una segunda ruptura. Al llegar tuvieron que reconstruir la pertenencia y no todos lo lograron: sólo el 57 por ciento dice sentirse argentino. Entre los restantes, algunos asumen que su identidad quedó en el país de exilio, o que tienen ambas nacionalidades, o ninguna. La pregunta no despierta una respuesta automática, no es un dato del DNI: es, en todo caso, una reflexión que permanece abierta.
Supieron de una manera u otra, desde chicos, de la persecución que sufrieron sus padres, de los motivos del exilio. Ahora, con 15, 20 años vividos en Buenos Aires, el 35 por ciento de los entrevistados considera que la sociedad argentina es autoritaria y el 47 por ciento piensa que es conformista o cómoda o egoísta o despreocupada o negadora de su propia historia. Sólo el 17 por ciento opina que esta es una sociedad democrática. Por otra parte, el 80 por ciento acuerda que las instituciones democráticas no definen un ser social democrático. Por otra parte, el 40 por ciento de los hijos de exiliados se involucra con algún tipo de organización: en ocasiones política pero no partidaria, de derechos humanos, gremial o artística, y el restante 60, que no participa de ninguna, plantea Aruj, probablemente no lo haga a instancias de descreer de los espacios de participación existentes.
La integración a la Argentina, para los hijos, estuvo complicada. En el colegio no resultó fácil explicar el acento. Después, a la hora de salir a buscar trabajo, de acuerdo al relevamiento de Aruj, muchos prefirieron no hablar de las verdaderas razones del tiempo transcurrido fuera del país. Una de las fórmulas habituales en este caso fue decir que el motivo de la "estadía" en el exterior fueron los estudios de los padres. Ahora, el 18 por ciento está desempleado. El 34 por ciento trabaja en el sector público, el 25 en el privado y el 23 lo hace de manera independiente.
La pertenencia rota
"Fuimos valijas de nuestros padres", dispara Irupé Christeller 20 años después de su regreso a Argentina desde Italia, donde ella y su familia vivieron exiliados durante 10 años. No quería volver, "pero volver era obligatorio", dice. El silencio que, ya es sabido, no es salud acompañó a algunos. Irupé recuerda que sus padres le recomendaron no contar. Y, entre el desinterés del afuera por su historia y el miedo que le venía desde adentro, el no decir se convirtió en un cerco insalubre.
El elemento común de esta comunidad está dado por la fórmula de un retorno que no representa un verdadero regreso, sino más bien una partida. Entonces los hijos de los argentinos exiliados se convirtieron en inmigrantes en su país de origen, Argentina. Viven la paradoja de ser extranjeros aquí. "Siempre me sentí un extranjero. Siempre lo decía: nací en Suiza, viví en México...", recuerda Hugo Cabañas, que todavía conserva su nacionalidad suiza, porque hasta ahora tomó la decisión de tramitar la argentina.
La pertenencia llegó, para muchos de ellos, con el encuentro con sus pares a través de la organización Hijas e Hijos del Exilio. "Nos parecemos", dice Cabañas, "Nos vestimos con ropas colorinches, la mayoría dejamos incompleta la facultad y los que no, se recibieron después de los 30. Somos muy solidarios entre nosotros. Estamos para los cumpleaños, los nacimientos, las mudanzas..."
"Para estos jóvenes, muchos de los cuales siguen buscando su verdadera identidad y participando de movimientos que mantienen la 'memoria viva', se hayan integrado o no, tengan la idea de volver a la sociedad desde donde partieron o no sepan cuál es su 'lugar en el mundo', lo que nunca cambiará, es su situación de migrantes forzados", concluye Aruj.

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