lunes, 24 de junio de 2013

Tres décadas

El próximo 2 de julio se van a cumplir 30 años desde que mi familia y yo volvimos del exilio en España, en un vuelo de Iberia que tuvo a Maradona como protagonista involuntario.
Sin saberlo, el regreso comenzó a gestarse en los festejos de fin de año de 1981, cuando en una celebración con 200 chicos latinoamericanos –así lo indica una crónica del diario El País de la época— repetimos varias veces “1982”, para que sea el año en que volviéramos. “Que verde esta eso”, pensó mi viejo. Tenía razón. No pudo ser, pero los primeros paros sindicales y la derrota argentina en la Guerra de Malvinas abrió el camino y ni bien los militares llamaron a elecciones, en 1983, empezamos a gestionar el regreso: mi familia nunca echó raíces en Madrid, no compró muebles ni nada que no cupiera en una valija, y de trabajar de profesora de historia, mi vieja pasó a vender muñecos en un puesto callejero, y de funcionario judicial, mi viejo, a repartidor de la cerveza Voll-Damm.
Fue así que un día dijeron nos volvemos, pese a que aún estaban en el poder los militares que desaparecieron a 30 mil argentinos.  Los autitos del Scalextric quedaron olvidados en un local de reparaciones y para calmarlo, a mi hermano le inventaron la historia de que el vuelo en Iberia sería como La Guerra de las Galaxias. Nada más alejado, pero ahí apareció de milagro la figura del Diego, en ese entonces astro del Barcelona, para calmar a las bestias, mis hermanos y yo, y para darnos un reaseguro de que no pasara nada con los milicos. No se como mis viejos lo pusieron de sobreaviso de la situación, aunque por suerte no fue necesaria su intervención: cuando vio los documentos, el funcionario de migraciones le dijo a mi viejo “bienvenido de regreso a la Argentina”, unas palabras que se sobrentendieron como que sabía de la situación pero los tiempos habían cambiado.
De Ezeiza nos fuimos a la casa de mis tíos, donde nos esperaba toda la primada: con las fotos en la mano, en el viaje mi vieja les tomó examen a mis hermanos para que identificaran uno a uno quien eran aquellos extraños que hace seis años que no veían. Yo zafe porque aún solo balbuceaba algunas palabras. Y de ahí, nos fuimos a vivir a lo de mi abuelo, el general Emilio de Vedia y Mitre, que nos acobijó hasta que pudimos alquilar un departamento, sobre la calle Tucumán.
Año tras año, festejamos aquel 2 de julio yendo a cenar afuera, un lujo que nos dábamos y por el que debíamos esperar otros 364 días para que se repitiera. Así fue hasta que, meses después de los indultos de Menem, mi vieja falleció de cáncer y entramos de lleno a la década de los ’90.
Crecí de golpe, empecé a escuchar FM La Boca –y así me enteré que meses antes habían asesinado a Walter Bulacio y dos años después, de la desaparición de Miguel Bru— y comencé a hojear la revista Noticias en lo de mi tío, al que luego con la reforma menemista del Estado lo echarían de su trabajo y como tantos otros argentinos abriría un efímero maxiquiosco. Con mi hermana revisábamos diarios viejos, ella tenía un lindo archivo, y algún día fui a comprar un lunes el Página 12, el canillita de la esquina de la Avenida Belgrano y Piedras se me cagó de risa en la cara.
De tanto en tanto, con mi hermano íbamos a la madrugada al estudio Supersónico, de Belgrano, donde Soda Stereo estaba grabando Dinamo, y así llegamos a escuchar algunos acordes, y también una noche nos pegamos un cagazo importante: arma en mano, un cana nos paró y nos hizo vacías las mochilas en la calle.
“Que carajo estás haciendo de tu vida qué carajo vas a hacer con vos, querés ser policía! querés ser policía!, yo no”, me hizo escuchar un amigo de mi primo, un par de años más grande que yo, en su casa de Don Torcuato. Por esa época, Serú Girán se volvió a juntar y yo grabé el recital de River en VHS.  Se lo presté a este pibe, pero nunca me lo devolvió: una noche cuando estaba con mi primo y otro amigo, los encerró un auto y les disparó, no les robaron nada, no parecían tener esas intenciones y siempre se sospecho que eran policías, al menos así lo entendieron mi primo y su otro amigo, que zafaron.
La Maldita Policía gobernaba las calles del conurbano y en todo el país comenzaban a darse las protestas contra la Ley Federal de Educación, las primeras marchas a las que fui con mi colegio, el Nicolás Avellaneda, y no con mi familia, como había ido en Semana Santa, los 24 de marzo, los indultos… De Palermo a Plaza de Mayo con la bandera amarilla y letras violetas, así pasaron los ’90, a la espera de un estallido social que parecía inminente pero nunca llegaba.

Me cansé de esperarlo y en 2000 volví al lugar donde había nacido. Y cuando un par de meses después regresé a la Argentina, el país era otro, había renunciado el vicepresidente y yo empezaba a laburar de periodista, aprendiendo mientras escribía. El 19 y 20 de diciembre descubrí como partidos y dirigentes con una linda oratoria se escondían debajo de La Gran Cama, como diría luego Petras, y Néstor Kirchner me sorprendió, como a todos. Me gustaron muchos gestos, pero lo banqué ese 24 de marzo de 2004: entré a la ex ESMA –ahora que lo pienso nunca más volví a entrar ahí— y pude escuchar ese memorable discurso, a la salida del acto comí un paty, en un barcito, y no entendía nada de lo que había pasado. Aún no entiendo demasiado. Yo no se si fue una década ganada, empatada, o qué. Solo sé que no quiero volver al pasado y que a mi familia, amigos y a la gente que quiero la veo muy bien. Y que quisiera que muchos que se quedaron en el camino hubieran podido estas estos años para compartirla.

sábado, 20 de abril de 2013

Algún día habrá que mearle el escritorio a Jorge Lanata

Hace casi seis años, los periodistas de Perfil reclamábamos condiciones mínimas de trabajo (sueldo mínimo de $1800) y Jorge Lanata salía a bancar a Jorge Fontevecchia.

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Los trabajadores de prensa del Diario y Editorial Perfil tras un mes de asambleas, decidieron dejar de firmar sus notas a partir del día 5 de julio de 2006, como protesta frente a la falta de respuestas al reclamo que vienen llevando adelante. Asimismo, se invita a los columnistas Magdalena Ruiz Guiñazú, Jorge Lanata, Pepe Eliaschev, Nelson Castro, Gonzalo Bonadeo, Víctor Hugo Morales, Quintín, Damián Tabarovsky, así como a los colaboradores de las diversas publicaciones de la empresa, para que se sumen a la propuesta de no firmar las notas.

 Las medidas de lucha comenzaron el 7 de junio, con una masiva Asamblea, en donde se resolvió llevar adelante una serie de reclamos que abarcan desde una recomposición salarial y una mejora en las condiciones de trabajo, hasta el pedido del reconocimiento del día del gremio como día no laborable, retrotayendo una disposición instaurada durante la última dictadura, y que en Perfil, a diferencia de las demás empresas periodísticas, sigue siendo efectiva hasta el día de hoy. Consideramos que ningún trabajador que percibe sueldos de 800 pesos puede realizar una tarea de excelencia como la editorial pretende para sus
 publicaciones, menos aún, en las condiciones laborales con las que convivimos.

 Para iniciar las medidas de fuerza, que continuarán hasta que nuestro reclamo sea atendido atisfactoriamente, los trabajadores nos movilizaremos este jueves 6 de julio desde la sede de Chacabuco al 200 hasta la redacción de la revista Noticias ­separada por la empresa tras un conflicto gremial- situada en Talcahuano y Corrientes.

 Nuestro reclamo:

 1. Salario mínimo inicial de $1.800. Aumento del 35% para quienes ganen por debajo de $2.500; del 25%, para sueldos inferiores a los $3.500. Para los sueldos mayores a ese monto, reclamamos un aumento del 10%. Todo retroactivo a mayo. Cláusula gatillo mensual de ajuste según inflación. Rediscusión de las escalas salariales ante todo hecho que modifique el presente reclamo. Igual salario por igual tarea.

 2. Aumento del valor de los tickets a $264 mensuales / $12 diarios. Universalización del beneficio para todos los trabajadores de Perfil, cualquiera sea el salario que perciban.

 3. Aumento del pago por Antigüedad al uno por ciento del salario por año trabajado.

 4. Asignación por guardería de $350 hasta los cuatro años.

 5. Modificación de la estructura de liquidación de haberes, incorporando al básico todos los items que distorcionan nuestro salario en el recibo de sueldo (Ej: prolongación horaria, mayor productividad, etc).

 6. Pago real de horas extras al 100% de acuerdo a nuestros estatutos.

 7. Devolución de las quitas salariales efectuadas durante la crisis del 2001/2002.

 8. Efectivización de todos los colaboradores y factureros permanentes y la inclusión de todos ellos en las recomposiciones salariales solicitadas.

 9. Resolución definitiva de los problemas ocasionados al sector Publicidad por la modificación unilateral de sus salarios.

 10. Remuneración diferenciada ante toda publicación extraordinaria o distintos subproductos especiales que edite Perfil. Dicho salario extra deberá ser acordado entre Perfil y los trabajadores afectados.

 11. Reconocimiento por parte de Perfil de la jornada de trabajo semanal de 36 horas tal como marca el Estatuto delPeriodista Profesional y del Personal Administrativo de Empresas Periodísticas. Compensación de francos y feriados trabajados de acuerdo al art. 34 del Estatuto del Periodista Profesional.

 12. Cese inmediato de todo acto hostil por parte de la empresa y contra los trabajadores, que lesione la salud y la integridad moral y profesional del personal.

 13. Devolución del Día del Periodista. Pago del 7 de junio de 2006 como horas extras al cien por ciento y del franco correspondiente.

 14. Fin de la exclusividad, derecho de los trabajadores a disponer de su capacidad de trabajo.

 ASAMBLEA DE TRABAJADORES DE EDITORIAL Y DIARIO PERFIL
 Comisión Gremial Interna

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Carta Abierta de Jorge Lanata
Querido Nelson:

Tengo un problema. Soy, en esta redacción, el único que vio este asunto del lado de Fontevecchia. Quiero decir: sé qué significa sacar un diario contra viento y marea, con casi todo en contra y sólo con los lectores a favor. (Y si quisiera tenerme aún más lástima podría agregar que yo tenía 26 años, y ni un centavo, y ninguna editorial de revistas para apoyarme). Para colmo, durante toda la semana el Presidente y la señora CK se empeñaron en darnos clases de periodismo, de modo que no estamos en un gran día.
Cuando Oscar Wilde decía que el hombre destruye lo que ama, creo que se refería a los periodistas. Formo parte de un gremio donde el puterío por metro cuadrado es altísimo, somos vedettes culposas de las plumas y pensamos que el Universo entero está ahí detenido, esperando nuestra palabra. Somos (y sólo en eso K y CK tienen razón) corporativos y tan corruptos como los políticos, y nos encanta protegernos en lo políticamente correcto sin arriesgar nunca nada. También es cierto que las empresas que tratan de conquistar la selva del periodismo son muchas veces impresentables: lobbys con plata negra de la política, o aventureros que utilizan los medios para presionar al poder y conseguir negocios. No cuento ninguna novedad si digo que existen las notas vendidas, los reportajes arreglados, los suplementos especiales con sobre incorporado, y, desde las empresas, la explotación de los estudiantes como mano de obra casi esclava, la violación de los derechos de autor, etcétera, etcétera. Se le agrega al periodismo una frutilla sobre el helado: un convenio increíble, lúcido y maravilloso cuando sos periodista. Pero muy difícil de cumplir cuando intentás llevar adelante una empresa en la vida real. Calma, calma: no estoy proponiendo incumplir el convenio. Pero creo que sería útil que el público conociera algunos de nuestros privilegios (o nuestros derechos adquiridos, si se quiere).Un periodista se convierte en trabajador efectivo al día 28 de su labor. Si al día 29 nuestro colega llega de mal humor y mea el escritorio de su jefe debe cobrar, por ser despedido, el equivalente a 13 salarios más el proporcional de vacaciones y aguinaldo, claro. Más claro: si gana mil pesos y es echado al mes, cobrará unos 14.000. Esta previsión indemnizatoria tiene una lejana razón de ser, en la época en la que se abrían diarios con fines electorales y se cerraban a poco de perderse tal o cual elección. Esta era una manera de proteger la fuente de trabajo. Hoy, este régimen provoca lo siguiente: si alguien quiere sacar un medio debe tener, en previsión de sus eventuales pasivos contingentes, uno o dos millones de dólares para pagar indemnizaciones en el caso de que todo vaya mal, y tenerlos antes de empezar. Preguntarnos por qué, en este país devastado y flexibilizado, se mantuvo el Estatuto delPeriodista es obvio: el poder de turno nos tiene miedo, prefiere no pelearse con el gremio. ¿Quiero que lo saquen? De ningún modo, soy periodista, me encanta. Me pregunto sobre su incidencia en la aparición de proyectos nuevos.
De todos modos, ningún empresario trucho se amilanó con la ley para despedir a cientos de trabajadores: lo hicieron igual, y estamos llenos de diarios y revistas cerrados que dejaron a mucha gente colgando del pincel. Debo agregar algo en descargo de PERFIL: cuando el primer diario cerró, negoció y pagó millones de dólares en indemnizaciones. Asistí, en estos treinta y dos años de trabajo, al cierre de varios diarios: siempre ganaron los empresarios y muchas veces las mismas comisiones internas se encargaron de darles una mano al extremar más y más sus posiciones. Si empezás un conflicto tomando rehenes, ¿qué te queda para negociar después? La mecánica de convocar asambleas en horarios de trabajo, por ejemplo, sigue siendo una manera de realizar paros virtuales. Eso sin hablar de la hipocresía de quienes lo llevan a cabo: me pasé la vida viendo a tipos que no son capaces de hablar en voz alta en Clarín, pero que en PERFIL o en Página arengaban a los gritos desde arriba de un escritorio emulando a Lenin en la famosa locomotora. En general, he advertido que somos más revolucionarios donde podemos revolucionar, que donde no podemos, y no me gustan los que les ponen el pecho a las balas cuando están seguros de que son de salva.
Y ahí estábamos, en los primeros años de Página, tratando de sacar plata de abajo de las baldosas para pagar los sueldos, y con una pérdida mensual de unos ochenta mil dólares de entonces. Con casi nada de publicidad y peleando para sobrevivir. Nunca tuvimos tantas medidas de fuerza como entonces: el Partido Comunista, consciente de nuestras dificultades, decidió que era mucho mejor sacar otro diario para competir en lugar de ayudarnos, y sacó Sur, que duró un año y luego cerró. Papel Prensa negándose a vendernos papel más barato, cuando Clarín y La Nación lo compraban a la mitad del precio de mercado, subsidiados por el Gobierno. Nosotros, a la vez, discutiendo con la interna una cláusula automática de ajuste inflacionario, que finalmente aceptábamos, a costa de nuevas pérdidas. A pesar de eso, salía un diario. Creo que me hice católico en esos tiempos, frente a aquel milagro:
---Ah, traje nuevo –me dijo un día un delegado– y después nos dicen que no pueden aumentar los sueldos...
A ese grado podía llegar la estupidez en una discusión. Cosas tan distintas discutíamos. Y me olvidaba: agreguemos a Ambito Financiero, Menem, la SIDE, los distintos servicios, las revistas truchas, todos siempre bien dispuestos a informar sobre los conflictos de los "progres" que pagaban malos sueldos. Una vez, en medio de una maniobra extorsiva para "exteriorizar el conflicto", me harté. ¿Por qué tenía que tener miedo de que la gente se enterara del problema? Contemos todo –dije– y es más: voy a publicar, uno por uno, la lista de salarios de todos. El conflicto se levantó. Los periodistasganaban bastante más que los lectores, y pensaron que no lograrían su adhesión.
---Vamos a terminar hablando de Página/12 en los bares. Diciendo: "Te acordás...".
Fue lo que sucedió. Al octavo año el diario cambió de dueños y yo di vuelta una página en mi carrera.
No volví a trabajar en un diario sino hasta ahora. No recuerdo si en el primer o segundo año de Página (87 u 88) publicamos, por primera vez en la historia, una columna de la Comisión Interna explicando los motivos de un paro y convocando a él, y una mía, como director, donde decía que nuestra manera de protestar es informar, instándolos al trabajo. Pasó desde entonces mucha agua bajo el puente pero nunca mas vi, ni aquí ni en el exterior, un debate de este tenor abierto al público. Es saludable que todo esto suceda.
La aparición de este conflicto motivó la decisión empresarial de postergar la salida cotidiana de los sábados, como paso obligado hacia el proyecto de salida diaria. Espero que esa suspensión no sea permanente, y el proyecto reencuentre su cauce fuera de la puja sindical. Los trabajadores y la empresa tienen que encontrar la manera de volver a caminar juntos un camino de dos o tres años de crecimiento y billeteras ajustadas. ¿Cuánto va a perder Fontevecchia con esto? ¿Siete millones? Bueno, que pierda ocho... Esa respuesta es la más fácil, la mas cómoda, pero también la más idiota. Dejemos de tropezar, siempre, con la misma piedra.

Jorge Lanata
Capital Federal