jueves, 7 de agosto de 2008

Decrecimiento: ¿oportunidad para la transición postfosilista?

Con el objetivo de seguir sumando elementos al debate, pongo a su disposición también el último tramo del libro “El Crepúsculo de la Era Trágica del Petróleo”, de Ramón Fernández Durán, que se denomina "Decrecimiento: oportunidad para la transición postfosilista y la lucha contra el cambio climático".

"En definitiva, nos encontramos crecientemente embarcados en una 'Guerra Mundial por el Petróleo', en defensa de la hegemonía de EEUU y del dólar, pero también de las actuales estructuras de poder mundial, así como de la civilización urbano-agro-industrial planetaria. Esta guerra, si no hacemos nada, se intensificará cuando atravesemos el pico del petróleo. Lo está haciendo ya. Todo indica que hemos entrado de lleno en la tercera crisis del petróleo, que sin lugar a dudas será la definitiva. Dicha crisis marcará la inviabilidad futura del presente modelo urbanoagro-industrial a escala mundial, y se reflejará con especial intensidad en las metrópolis. La imposibilidad del crecimiento económico continuo a partir de entonces, debido a que el suministro energético será declinante desde ese momento, la primera vez en más de doscientos años, será el mayor ataque que se puede prever a la lógica capitalista de expansión y acumulación constante, y por supuesto a la explosión financiera reciente. Se iniciará pues a partir de entonces el decrecimiento 'sin fin', la Era del Decrecimiento, que cambiará todo y que implicará el colapso progresivo del actual modelo civilizatorio. A partir de entonces quedará claro que el crecimiento exponencial habrá sido un fenómeno transitorio en la historia de la Humanidad (Naredo, 2008). Pero dicho colapso puede ser catastrófico u ordenado, en la transición obligada a un suministro energético decadente. En cualquier caso, es inevitable el paso a estructuras sociales y productivas de un nivel de complejidad e interrelación inferior al actual a escala global. Además, las actuales estructuras de poder, estatales y empresariales (en especial, las grandes empresas transnacionales), serán incapaces de mantenerse en pie, pues se han desarrollado y se basan en un imponente consumo energético.

La adaptación a ese decrecimiento, esto es, a ese nuevo escenario energético declinante, puede ser una oportunidad de oro para caminar hacia Otros Mundos Posibles, si la hacemos de forma equitativa y consensuada, intentando solventar de forma pacífica los conflictos que sin lugar a dudas se producirán (que ya están aquí). Pero también existe el peligro de entrar en un periodo prolongado de caos sistémico, militarismo, guerra y autoritarismo generalizados, de carácter quizás neofeudal y con escenarios tipo Mad Max, si no somos capaces de frenar el camino hacia la barbarie neofascista postmoderna que nos invade. Sin embargo, el pico del petróleo y el inicio del fin de la era de los combustibles fósiles, pueden significar también la sacudida obligada de las conciencias, que es precisa para iniciar transformaciones en profundidad desde abajo, pues mientras no cambien los 'dioses', no será posible cambiar nada. El 'fin de esta vida normal' puede ser un verdadero shock que haga que las sociedades se despierten de su adicción al petróleo. Por eso, el 'No Más Sangre por Petróleo' debería ser el lema que presida el debate, la movilización y la transformación social y productiva en el futuro, pues de él se desprende también la necesidad de caminar hacia una profunda transformación del modelo de sociedad, y de las actuales estructuras de poder estatal y empresarial, pareja a una fuerte reducción del consumo energético. Se han perdido treinta años preciosos para esa transformación desde las últimas crisis del petróleo, y hoy nos encontramos en una situación mucho más difícil aún, es decir, mucho más dependientes de los combustibles fósiles, para iniciar el camino hacia un mundo post-fosilista. El consumo energético mundial se ha incrementado un abultadísimo 70% en este periodo, en su inmensa mayoría de procedencia fósil (Naredo, 2008). Es decir, en algo más de treinta años se han consumido 'casi tanta' energía proveniente de combustibles fósiles como desde el inicio de la Revolución Industrial hasta los años 70 del siglo XX. Además, hace treinta años todavía había un enorme potencial de transformación político-social en el mundo (al calor del 68), y hoy en día para nada es esa la situación, al menos en los espacios centrales. A pesar de ello, si fuera posible, sería conveniente adelantar esa transición, a buen seguro enormemente compleja, para desactivar la loca huida hacia el abismo a la que nos conduce la profundización de la deriva actual.

Además, el decrecimiento y la transición postfosilista es también la mejor forma de luchar contra el cambio climático en marcha. De reducir bruscamente, de verdad, las emisiones de CO2. El mejor sitio donde puede estar el petróleo remanente es en el subsuelo. Las 'migajas' de oro negro por las que quieren que nos peleemos. Ese es el verdadero secuestro de carbono, empezar a dejar el crudo bajo la tierra. Aparte de por supuesto no abordar la explotación del crudo no convencional, frenar la expansión sin control de los agrocarburantes, reducir el consumo de gas natural y carbón, al tiempo que vamos abordando la transición hacia modelos de sociedad basados en el único flujo energético estable: la energía solar y todas sus energías derivadas (eólica, hidráulica, biomasa, maremotriz), con carácter descentralizado, de pequeña escala, control popular y sostenible. Las transiciones de matriz energética llevan mucho tiempo, dos décadas como mínimo, y no son para nada sencillas. Pero pasar de una sociedad fosilista a otra postfosilista llevará muy probablemente mucho más tiempo. Ha tardado dos siglos en crearse este monstruo urbano-agro-industrial planetario, y llevará probablemente más de un siglo transformarlo y desmontarlo. Los futuros Mundos Posibles (o más bien Necesarios) serán sin duda (a largo plazo) mucho menos urbanizados, bastante menos globalizados e interdependientes, mucho más localizados, autónomos y descentralizados, sustancialmente menos industrializados, seguramente menos poblados, y con una diversidad y pluralidad de mundos rurales vivos. Pero también deberían ser más justos e igualitarios, y menos violentos y patriarcales que el actual. Como dice Heinberg (2006), habrá que pasar 'de lo más grande, rápido y centralizado, a lo más pequeño, más lento y más localizado; de la competencia a la cooperación; y del crecimiento ilimitado a la autolimitación', lo que nos debería permitir caminar hacia sociedades más equitativas y en paz consigo mismas y con el planeta. No nos queda espacio para desarrollar estas propuestas ineludibles de cambio radical de modelo de sociedad. De nosotros depende pues cómo sea la transición postfosilista, liberadora o no, que hay que iniciar ya".

1 comentario:

Lucas dijo...

Tincho, gracias por este posteo tan interesante. Los que viven en España, realmente sienten la baja en el crecimiento. ¿Se nota en el supermercado, en el ánimo de la gente, en los negocios?
www.lucasmorando.com.ar