Hace unos días, el periodista Osvaldo Bazán publicó un excelente artículo sobre la propuesta de baja de la imputabilidad. La verdad es que si este es el padre del socialismo argentino, mejor que hubiese quedado huerfano...
Cien años perdidos
Cien años para no aprender nada. Cien años de ignorancia y la misma receta aplicada de la misma manera y los malos son los mismos. Osvaldo Bazán.
Por O. Bazán03.11.2008 Cien años para no aprender nada. Cien años de ignorancia y la misma receta aplicada de la misma manera y los malos son los mismos y los buenos son los mismos y nos seguimos matando a tiros. Scioli no debe saberlo, pero su idea sobre qué hacer con los menores que cometen delitos no es original, es constitutiva de lo que hace poco se llamaba “ser nacional”. Y a pesar de lo que puede suponerse, ese “ser nacional” no fue sólo forjado por dictaduras militares y capillas sixtinas. Tuvo también la base ideológica de “grandes pensadores” orgánicos.
En 1908 el Estado publicó Los niños vendedores de diarios y la delincuencia precoz, un estudio sobre chicos pobres de entre 6 y 18 años. Los investigaron “científicamente” (a esta nota le sobran comillas, tomá, guardalas) y los separaron en tres grandes grupos: a) los industriales, b) los adventicios y c) los delincuentes precoces.
De los primeros se dijo: “Son en su mayoría argentinos, hijos de padres italianos, muchos son italianos de origen. Su edad fluctúa entre los 6 y los 18 años. Casi todos son masturbadores. Algunos son pederastas. La séptima parte de los de 10 a 12 años han tenido relaciones heterosexuales. La mayoría de los padres son católicos y carecen de ideas sobre política y cuestiones sociales. La miseria, la ignorancia y el alcohol minan la felicidad de esos hogares proletarios. Tienen órganos sexuales muy desarrollados” (para este último ítem daban una causa comillas científica: “Por el onanismo”).
De los del segundo grupo, los adventicios, se dice: “Tienen entre 9 y 15 años. Masturbación y pederastia más generalizada, frecuente el onanismo recíproco y aún el coito bucal recíproco. En estos niños los caracteres degenerativos son más pronunciados que en los precedentes. La salud física es mejor en ellos que en los anteriores, pues los enfermizos no pueden adaptarse al género de vida nómada propia de este grupo (la contradicción entre los caracteres degenerativos y la salud física mejor no fue salvada por el otra vez comillas estudio cierra comillas). Se mezclan y confunden de una manera insensible con los delincuentes”.
El último de los grupos era de una categoría diferente. No eran canillitas, eran “delincuentes” que alguna vez habían vendido diarios, encuestados en el 24 de Noviembre (el 24 de Noviembre era un depósito inmundo en la calle de ese nombre, que el higienismo estatal de la época creó para unir a la Policía Federal con la Universidad de Buenos Aires, ya que encarcelaban a los “marginales” durante quince días en ese chiquero inhumano y los sacaban para mostrarlos en las clases de la Facultad de Medicina). De estos chicos se dice: “Como delincuentes precoces no presentan diferencias de ningún género con los que no han sido vendedores de diarios (comillas y hay que ser comillas científico para llegar a una conclusión así). Tienen de 10 a 18 años, su vida es más nómada y azarosa. Son inmorales. Sus ideas sobre política son casi siempre opositoras al gobierno, irreligiosos, faltos de ideas estéticas; igual gusto por los dramas criollos. Las relaciones heterosexuales son comunes, en muchos hay tendencias al proxenetismo. Los pederastas activos son más numerosos que en el grupo adventicio, pero escasean los pasivos”.
Ese estudio publicado en los estatales Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines fue un arma eficaz para el control represivo. En las conclusiones se dice que “constituyen una masa ignorante, 10.000 vagos salidos de las filas de los vendedores de diarios son un peligro para el orden de cualquier ciudad populosa. Una turba de 10.000 vagos constituye un factor de desorden y de regreso. El vago es un término medio entre el honrado y el delincuente, término medio tan terrible como el delincuente mismo, porque la sociedad no puede defenderse de él atacándolo de frente. Diez mil sujetos en esas condiciones suelen decidir el éxito de una elección en la ciudad de Buenos Aires”.
Hace cien años escribía esto el padre del socialismo argentino, el fundador y primer director del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires, el que se sacó una “g” del apellido para no parecer “tan” italiano, el que aún hoy tiene su enorme cuadro de honor en la Facultad de Filosofía y Letras, José Ingegnieros. No estaba solo, lo acompañaban Ramos Mejía, Cambaceres, Miguel Cané, Eduardo Wilde y otros hospitales y calles y avenidas.
Poco parece haber cambiado en la Argentina en estos cien años. El que hace cien años era considerado un científico progresista hoy sería visto sólo como un tachero reaccionario. O en el mejor de los casos como un gobernador demagógico. Sin comillas.
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